LA INFILTRACIÓN
Parte 4
¿Cómo llegó “el ladrón” a la Silla de Pedro?
Parte 4
Partiendo de las razones expuestas en la Parte 3 de La Infiltración, continuamos con la serie de documentos intitulados:
Tercera Parte, Segunda Sección.
El Comunismo.
“De todos los sistemas revolucionarios ideados en el devenir histórico, con el fin de destruir nuestros valores civilizados, sistemas que han sido aplicados a través del tiempo en la forma más efectiva y en el momento siempre más oportuno, el más perfecto, el más eficiente y el más inmisericorde, es sin duda el comunismo –encontramos afirmado en el texto ‘Complot contra la Iglesia’ de Maurice Pinay, referencias que hemos decidido transcribir dada su claridad y precisión en la definición y explicación de este cruel camino del comunismo-, porque representa la etapa más avanzada de la revolución mundial, en cuyos postulados ya no solamente se trata de destruir determinada institución política, social, económica o moral, sino de anular a la vez a la Santa Iglesia Católica y más aún, a todas y cada una de las manifestaciones culturales cristianas, que son parte de nuestra civilización. Si todas las tendencias revolucionarias de origen judío han atacado con curiosa unanimidad al Cristianismo en diversos aspectos, el Comunismo lucha por hacerlo desaparecer de la faz de la tierra, sin dejar de él ni el menor rastro.
La saña destructiva de esta tendencia satánica, exhibiendo ante los ojos del mundo los más espantosos cuadros de horror, destrucción que se hayan imaginado, no puede estar fundamentada sino en la misma esencia de la negación y en el repudio más virulento y lleno de odio hacia todo lo existente hasta la fecha, porque de otra manera, no sería concebible la vesania inaudita de sus tácticas criminales y el espíritu de destrucción, aniquilamiento, vulneración, contradicción y oposición de sus dirigentes, hacia todo aquello que representa criterios axiológicos no solamente católicos, sino religiosos en general.
La finalidad del comunismo, como es patente en Rusia y en los demás países en donde se ha implantado, no es otra que la nulificación del pueblo en lo económico, en lo político, en lo social, en lo humano y en lo trascendente, para posibilitar a una minoría el dominio por la fuerza. En términos internacionales, la meta no puede ser más clara: Lograr por la fuerza el dominio mundial de una minoría insignificante, aniquilando a todos los demás humanos por medio del materialismo, del terror y si es necesario de la muerte, aunque para ello haya que asesinar a grandes núcleos de la población. (Esto coincide con lo advertido por “Nuestra Señora de las Rosas” a la Vidente Verónica Lueken y a la principal Vidente de Fátima Sor Lucía Dos Santos, cf. “El Comunismo”, Sección Primera de esta Tercera Parte.
Bastante conocido es en el mundo el impulso homicida que ha caracterizado a los dirigentes soviéticos y pocos hay que no hayan sentido escalofríos de terror al conocer las sangrientas depredaciones llevadas a cabo en Rusia por los marxistas. Basta recordar algunos datos, que llenan de pavor e indignación a las mentes civilizadas. (Por esto, la Virgen pidió en Fátima la Consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón, y lo reiteró en varios Mensajes, para evitar que el comunismo aniquile varias Naciones y esparza sus errores y horrores por el mundo).
“En sus comienzos, el terror rojo se dedicaba, sobre todo a exterminar a la inteligencia rusa [cf. León de Poncins. Las Fuerzas Secretas de la Revolución. F:.M:..-Judaísmo. Ediciones “Fax”. Madrid. Pág. 161] y en prueba de esta afirmación, S. P. Melgunov constata lo siguiente, refiriéndose a las comisiones extraordinarias que surgieron en Rusia en los primeros tiempos de la revolución soviética: “Las comisiones extraordinarias no son órganos de justicia, sino de exterminio sin piedad, según la experiencia del Comité Central Comunista”.
“La Comisión Extraordinaria “no es una comisión de encuesta, ni un juzgado, ni un tribunal, sino que ella misma determina sus atribuciones. Es un órgano de combate que obra sobre el frente interior de la guerra civil. No juzga al enemigo, sino que lo extermina; ni perdona al que está al otro lado de la barricada, sino que lo aplasta. No es difícil representarse cómo debe obrarse en realidad ese exterminio sin piedad, cuando en lugar del “código muerto de las leyes”, reina solamente la experiencia revolucionaria y la conciencia. La Conciencia es subjetiva y la experiencia deja sitio forzosamente a la voluntad, que toma formas irritantes según la calidad de los jueces…” [Cf. S. P. Melgunov. “La Terreur Rouge en Russie” de 1918 a 1923. Payot 1927].
“No hagamos la guerra contra las personas en particular –escribió Latáis- exterminemos la burguesía como clase. No busquéis en la encuesta de los documentos y de las pruebas lo que ha hecho el acusado en obras o en palabras contra la autoridad soviética. La primera pregunta que debéis hacerle, es a qué clase pertenece, cuál es su origen, su educación, su instrucción, su profesión” [cf. “Latáis”. Terror Rojo del 1° de Noviembre de 1918].
Durante la dictadura sangrienta de Lenin la comisión de encuesta de Rohrberg, que entró en Kiev después de la toma de esta ciudad en agosto de 1919 por los voluntarios, señala lo siguiente: “Todo el suelo de cemento del gran garage (se trata de la sala de ejecución de la Checa provincial de Kiev) estaba inundado de sangre; y ésta no corría, sino que formaba una capa de algunas pulgadas; era una horrible mezcla de sangre, de sesos, de pedazos de cráneos, de mechones de cabellos y demás restos humanos. Todas las paredes, agujereadas, con millares de balas, estaban salpicadas de sangre, y pedazos de sesos y de cuero cabelludo estaban pegados en ellas.
Una zanja de 25 centímetros de ancho, por 25 de hondo y de unos 10 metros de largo, iba del centro del garage a un local próximo, donde había un tubo subterráneo de salida. Esa zanja estaba completamente llena de sangre.
De ordinario, inmediatamente después de la matanza, transportaban fuera de la ciudad los cuerpos en camiones, automóviles o en furgones y los enterraban en una fosa común. En un rincón del jardín topamos con otra fosa más antigua que contenía unos ochenta cuerpos; y allí descubrimos en los cuerpos señales de crueldades y de mutilaciones las más diversas e inimaginables. Allí yacían cadáveres destripados; otros tenían varios miembros amputados, algunos estaban descuartizados, y otros los ojos sacados, y la cabeza, la cara, el cuello y el tronco cubiertos de profundas heridas. Más lejos encontramos un cadáver con una cuña clavada en el pecho; y otros no tenían lengua. En un rincón de la fosa descubrimos muchos brazos y piernas separados del tronco. [S. P. Melgunov. Obra citada. Pág. 161].
La enorme cantidad de cadáveres que ha amontonado en su haber y que sigue amontonando en términos espantosos el socialismo comunista de Marx, quizás no se llegará a conocer nunca, pero rebasa todo lo imaginable.
No es posible saber con exactitud el número de víctimas. Todos los cálculos son inferiores a la realidad.
En el Diario de Edimburgo “The Scotsman”, del 17 de noviembre de 1923, da el Profesor Farolea las cifras siguientes: 28 obispos; 1,219 sacerdotes; 6,000 profesores y maestros; 9,000 doctores; 54,000 oficiales; soldados 260,000; 70,000 policías; 19,950 propietarios; 355,250 intelectuales y profesionales libres; obreros 193,290 y 815,000 campesinos.
La Comisión de información de Denikin sobre las intrigas bolcheviques durante el período de 1918-1919, en un ensayo sobre el terror rojo, contó en sólo estos dos años, un millón setecientas mil víctimas. [León de Poncins. Obra citada. Pág. 165]
Según los datos soviéticos (en 1920, cuando no había disminuido el terror y no se habían reducido las informaciones), se podía establecer una cifra media al día para cada tribunal; la curva de las ejecuciones se eleva de uno a cincuenta (en los grandes centros), y hasta ciento en las regiones recientemente conquistadas por el ejército rojo. Las crisis del terror eran periódicas, y luego cesaban; de manera que puede fijarse el número (modesto) de cinco víctimas diarias…, que, multiplicado por los mil tribunales, dan cinco mil. Y al año, alrededor de millón y medio.
Recordamos estas matanzas inauditas, no porque sean las más cuantiosas en conjunto, ni las más inmisericordes, como debidas a una situación especial de exacerbación de pasiones, resultante de la recién estrenada revolución bolchevique, sino porque, al encontrarnos a cuarenta y cinco años de estas masacres (refiere a partir del año de la publicación de entonces del libro “Complot contra la Iglesia” de Maurice Pinay), pueden haberse borrado del cuadro actual comunista, incluso para las personas que todavía alcanzaron a ser contemporáneas de los acontecimientos y que viviendo aún, se han olvidado de esas tragedias, con esa facilidad con que los humanos olvidan, no solamente los hechos desagradables que no les afectan directamente, sino aún aquéllos de los que fueron víctimas.
Desgraciadamente el tiempo ha venido a mostrarnos una superación verdaderamente demoníaca del comunismo en sus actividades asesinas, de las cuales no damos los detalles, ni presentamos las monstruosas estadísticas, por ser de todos conocidas, máxime que algunas de estas feroces matanzas han sido tan recientes, que parecen escucharse todavía los gritos de terror de los torturados, los lamentos de los acosados, los estertores de los moribundos y la muda, pavorosa y constante acusación de los cadáveres.
Basta recordar las gigantescas y recientes matanzas de Hungría, en Katin, de Polonia, de Alemania Oriental y de Cuba; las anteriores purgas masivas de Stalin y el aniquilamiento de millones de chinos por el gobierno comunista de Mao-Tse-Tung.
Pero aún los ensayos comunistas que no pudieron tener permanencia definitiva, como el del comunista Bela Kun, que de manera rapsódica ocupó Hungría a mediados del año 1919; el de España de 1936, en que los bolcheviques se apoderaron de Madrid y parte de las provincias hispánicas, asesinando más de 16,000 sacerdotes, religiosas y religiosos y doce obispos [cf. Traían Romanescu. La Gran Conspiración Judía. Tercera Edición. México, D.F. 1961. Pág. 272] y el ensayo felizmente fracasado de Alemania de 1918, dirigido por Hugo Haase y que tuvo su mejor realización en la República Roja de Baviera en 1919, fueron verdaderas orgías de sangre y de bestialidad desenfrenada.
Y no hay que olvidar esta apocalíptica tormenta, que va formando un henchido cauce de cadáveres, sangre y lágrimas, se desploma sobre el mundo con un solo fin: destruir no sólo a la Iglesia Católica sino a toda la civilización cristiana.
Ante este cuadro estremecedor, el mundo se pregunta con el corazón oprimido: ¿Quién puede odiar de tal forma nuestros criterios cristianos para tratar de destruirlos con saña tan malvada? ¿Quién ha sido capaz de urdir esa sangrienta maquinaria de aniquilación? ¿Quién puede con tanta insensibilidad dirigir y ordenar este criminal proceso gigantesco? Y la realidad nos contesta sin lugar a dudas, que son los judíos los responsables, como se demostrará más adelante.”
Este marco referencial nos permite conocer lo que és y pretende el Comunismo, no sólo contra la Iglesia Católica y el cristianismo, sino contra toda la humanidad. La Virgen María ha insistido desde Fátima en la Consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón, por una parte para que ésta nación se convierta, y por otra, evitar la expansión de los errores del comunismo y la aniquilación de muchas naciones.
Desde Paulo VI, quien cometió el error de no escuchar a Sor Lucía Dos Santos (cf. “El Engaño del Siglo”, en el Verdadero Tercer Secreto de Fátima en http://www.fatima.org en “Cronología de un Encubrimiento” y “El Tercer Secreto de Fátima”) quien iba a darle el Mensaje de la Virgen María al Papa Paulo VI para que pudiera tomar las medidas procedentes contra el Plan de Lucifer, Satanás y su sinagoga, con sus siervos del mal, los masones-comunistas infiltrados en la Iglesia (cf. “Visiones y Revelaciones a la Venerable Ana Catalina Emmerick” Cuaderno No.3, en la Sección SECTAS y en el Documento “La Demoledora obra de la masonería eclesiástica y laica” en las Visiones y Revelaciones a la Venerable Ana Catalina Emmerick”).
Para abundar sobre este tema, le recomendamos consultar en el mismo Website en Contenido General en la Sección SECTAS el documento “El Triunfo de la Virgen María sobre la Masonería ”.
De manera especial, sugerimos consultar el libro del que hemos extraído el texto anterior, titulado “Complot contra la Iglesia ”, obra monumental elaborada por un conjunto de Sacerdotes y Especialistas en la materia que denuncian, bajo el Seudónimo de Maurice Pinay, la trama del Judaísmo a través de la Masonería y el Comunismo mediante la manipulación de un instrumento del que nadie sospecharía, de un Concilio “Ecuménico” –para permitirse introducir Protestantes y otros enemigos de la Iglesia- convenciendo al Papa Juan XXIII de su realización: del “Concilio Ecuménico Vaticano II”, que hemos de abordar en el curso de esta Serie de Documentos “¿Cómo llegó “el ladrón” a la Silla de Pedro?”.
Fuente: “Complot contra la Iglesia”, Maurice Pinay, Caracas, Enero de 1964. (Debido al Terrorismo Comunista impuesto en Venezuela, se ha omitido la Editorial que dio a luz a esta publicación, puesto que las represalias serían fáciles de imaginar).
(Continuará la Serie de Documentos: ¿Cómo llega “el ladrón” a la Silla de Pedro?, Tercera Parte, Tercera Sección: “La Masonería y sus Mandos”).