LA INFILTRACIÓN
Parte 10 
¿Cómo llegó “el ladrón” a la Silla de  Pedro? 
Cuarta Parte, 2ª.Sección, Punto 3 “B” 
 Reformas para el Nuevo Orden de la  Misa ó 'Novus Ordo Missae'
UNA DESGRACIA PASTORAL. EL ABANDONO DEL LATÍN COMO LENGUA DEL  CULTO
 
Las declaraciones del Excmo.Señor Cardenal Alfons M. Stickler que fungió como Perito en el Concilio Ecuménico Vaticano II, y las coincidencias de su mismo sentir con otros cardenales que se daban cuenta de que las conclusiones presentadas por los presidentes y secretarios de las distintas mesas de trabajo del Concilio, les permitían darse cuenta de que los puntos de conclusión eran distorsionados y hasta ´francamente opuestos a lo concluido por los cardenales y obispos que participaban en los trabajos. Las conclusiones y los textos eran una franca burla a lo que se había propuesto y acordado, lo que confirma que en la dirección de las mesas de trabajo se había designado a jerarcas de la infiltración, dado que tenían que aprovecharse de este Concilio para asestar duros golpes a la Iglesia atacando y degradando en sus contenidos escenciales, aquellas áreas que son fundamentales para el cumplimiento de la misión de la Iglesia que Jesús confió a sus Apóstoles y a sus sucesores.
El cardenal Stickler sigue haciendo referencia y análisis crítico de las desastrozas acciones emprendidas por los jerarcas de la infiltración de las que él se dió cuenta; aún faltan acciones por revelar al MUndo para que se tenga una idea más precisa del alcance y la gravedad de los avances hechos por los clérigos del mal al servicio de la masonería. Más adelante se presentará el análisis de muchas más acciones logradas por los agentes que han venido consolidando el plan de infiltración para la demolición de la Iglesia Católica y del que ni siquiera se han percatado millones de sus fieles ni de sus jerarcas.
Una segunda y más  grande fuente de desgracia pastoral, nuevamente contra la voluntad explícita del  Concilio, resulta de abandonar el latín como lengua de culto. El latín juega un  rol de lenguaje universal que unifica el culto público de la Iglesia sin ofender  ninguna lengua vernácula. 
Reviste mayor  importancia hoy, en un tiempo en que el desarrollo del concepto de Iglesia  encandila a todo el Pueblo de Dios, del único cuerpo Místico de Cristo,  resaltado en otro lugar de la reforma. 
Al introducir el uso  exclusivo de la lengua vernácula, la reforma deja fuera de la unidad de la  Iglesia a varias pequeñas iglesias, separadas y aisladas. ¿Dónde está la  posibilidad pastoral para los católicos, a través de todo el mundo, de encontrar  su Misa, para vencer diferencias raciales a través de una lengua común de culto,  o por lo menos, en un mundo cada vez más pequeño, poder simplemente rezar  juntos, como lo pide explícitamente el Concilio? ¿Dónde está ahora la  factibilidad pastoral de que un sacerdote ejerza el acto más altamente  sacerdotal –la Santa Misa– en todas partes, sobre todo en un mundo donde faltan  sacerdotes?
Hasta Satanás sabe que el latín es el idioma oficial de la Iglesia y que las oraciones que contra él se hacen en latín, tienen mucho más poder y lo atormentan más, por lo que cede más fácil y rápidamente cuando se le combate de esta manera. 
Uno no  puede sorprenderse cuando descubre que en cada parroquia parece regir un Ordo diferente. 
El Leccionario De Tres  Años, Un Crimen Contra La Naturaleza. 
En la Constitución  Conciliar no se habla en ninguna parte de la introducción de un leccionario de  tres años. A través de esto la comisión de reforma se hizo culpable de un crimen  contra la naturaleza. Un simple año calendario hubiera bastado para todos los  deseos de cambio. El Concilium pudo haberse mantenido dentro de un ciclo anual,  enriqueciendo las lecturas con tantas y tan variadas posibilidades de elección  como quisieran sin alterar el curso normal del año. En cambio, fue destruido el  viejo orden de lecturas, y fue introducido uno nuevo, con una gran carga y gasto  en libros, en los que se podían instalar tantos textos como fuera posible, no  solamente del mundo de la Iglesia sino –como se practicó ampliamente– del mundo  profano. A parte de las dificultades pastorales por parte de los feligreses para  comprender textos que necesitan exégesis especiales, resultó ser una oportunidad –que fue aprovechada– para manipular los textos retenidos con el fin de  introducir nuevas verdades en lugar de las viejas. Pasajes pastoralmente  impopulares –frecuentemente de significación teológica y moral fundamentales– fueron simplemente eliminados. Un clásico ejemplo es el texto de 1 Cor.  11:27-29: aquí, en la narración de la institución de la Eucaristía, ha sido  dejada fuera continuamente la seria exhortación final sobre las graves  consecuencias de recibirla impropiamente, aún en la fiesta de Corpus  Christi. La necesidad pastoral de ese texto vista la actual recepción de la  comunión sin confesión y sin reverencia es obvia.  
Los desatinos que se  pueden cometer con las nuevas lecturas, especialmente en sus palabras  introductorias y conclusivas, son ejemplificados por la nota de Klaus Gamber al  final de la lectura del primer domingo de Cuaresma del Ciclo A, que habla de las  consecuencias del Pecado Original: “Entonces los ojos de ambos se abrieron y  supieron que estaban desnudos”. Luego de lo cual la gente, ejerciendo su  vívida y activa participación debe contestar: ¨Demos gracias a  Dios¨. 
Yendo más allá, ¿por  qué era necesaria la alteración de la secuencia de las fiestas sacras? Si algún  cuidado era necesario era aquí, por interés pastoral y conciencia del apego del  pueblo a las fiestas de sus Iglesias locales, cuyo desarreglo temporario tenía  que tener una muy mala influencia en la piedad popular. Los que implementaron la  reforma litúrgica parecen no haber sentido la menor conmiseración con estas  consideraciones, a pesar de los artículos 9, 12, 13 y 37 de la Constitución para  la liturgia. 
SENTENCIA DE MUERTE  PARA LAS MELODÍAS GREGORIANAS. 
Unas breves palabras  deben ser dichas aún sobre las reglamentaciones conciliares sobre música  litúrgica. Nuestros reformadores ciertamente no compartían los grandes elogios  por el canto gregoriano que expresaban más y más los observadores seculares y  los entusiastas. La abolición radical (sobre todo por la creación de nuevas  partes corales para la Misa) del Introito, Gradual, Tracto, Alleluia, Ofertorio,  Comunión (y esto especialmente como una oración especial de la comunidad), a  favor de otras de duración considerablemente mayor, fue una sentencia de muerte  silenciosa para las maravillosas y variables melodías gregorianas, con la  excepción de las simples melodías del las partes fijas de la Misa, a saber el  Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus/ Benedictus, y Agnus Dei, y esto sólo para unas  pocas misas. Las instrucciones del Concilio sobre la protección y respaldo a  este antiguo canto de la Iglesia se encontraron en la práctica con una epidemia  fatal. 
EL  ÓRGANO. 
El tan apreciado  instrumento de la Iglesia, el órgano, experimentó un destino similar con la  abundante sustitución de instrumentos, cuya enumeración y caracterización dejaré  a vuestra rica experiencia personal, con la única observación de que han  preparado el camino para la entrada de elementos diabólicos en la música de la  Iglesia.
LA "CREATIVIDAD", OTRA ABIERTA VIOLACIÓN DEL CONCILIO.
La laxitud permitida  para innovar representa un último tema importante en este listado de elementos  prácticos de la reforma. Esa laxitud está presente en el Orden de la Misa en su  original latino. Entre los varios órdenes nacionales, el Orden Alemán de la Misa  sobresale por mostrar muchas más concesiones de este tipo. Prácticamente elimina  el estricto, absoluto edicto de art. 22, &3, de la Constitución  Conciliar, que dice que nadie, ni siquiera un sacerdote, puede de su propia  autoridad agregar, saltear o alterar nada. 
Las violaciones  durante todo el proceso de la Misa que están levantándose más y más contra este  edicto del Concilio, están siendo la causa de un desorden resonante, que el  viejo Ordo Latino, con su tan lamentada rigidez, impidió tan  exitosamente. El nuevo garante del orden contribuye así al desorden, y uno no  puede, entonces, sorprenderse cuando una y otra vez descubre que en cada  parroquia parece regir un Ordo diferente.  
CRÍTICAS A LA  REFORMA.  
Con eso hemos llegado  a las públicas, aunque limitadas, críticas sobre la reforma de la Misa. El  propio Arzobispo Bugnini las expone con destacable honestidad en las páginas 108 - 121 de sus memorias de la reforma, sin poder refutarlas. En sus memorias y en  las de Monseñor Wagner, la inseguridad del Concilium sobre las reformas  que tan apresuradamente llevaron a cabo es obvia. También aparece allí poca  sensibilidad hacia las previas investigaciones “teológicas, históricas y  pastorales” ordenadas por el Concilio como necesarias antes de cualquier  alteración. Por ejemplo, la experta capacidad de Monseñor Gamber, el historiador  de liturgia alemán, fue completamente ignorada. 
El apuro  incomprensible en que se dio forma a la reforma y en que fue hecha obligatoria  causó que obispos influyentes que estaban todo menos apegados a la tradición, lo  reconsideraran. Un monseñor que había acompañado al Cardenal Döpfner como  secretario a Salzburgo para sancionar una resolución de los obispos de habla  alemana para la activación del Nuevo Ordo de la misa en sus países me  contó que el Cardenal estaba muy reticente en su viaje de retorno a Munich. En  ese momento expresó brevemente su miedo de que un asunto pastoral tan delicado  hubiera sido tratado con tanto apuro. 
Crítica  devastadora del Cardenal Daneels, primado de Bélgica: la liturgia transformada  en un verdadero "happening".
VALIDEZ DOGMÁTICA Y  JURÍDICA DEL NOVUS ORDO. 
 Con el fin de evitar  cualquier malentendido, quisiera enfatizar que nunca he puesto en duda la  validez dogmática o jurídica del Novus Ordo Missae, a pesar de que en el  orden jurídico me han asaltado serias dudas en vista de mi intenso trabajo con  los canonistas medievales. 
Ellos tienen la  opinión unánime de que los papas pueden cambiar cualquier cosa con la excepción  de lo que prescriben las Sagradas Escrituras, o lo que concierne a las  decisiones doctrinales del más alto nivel tomadas previamente, y el status  ecclesiae. 
No hay perfecta  claridad con respecto a este concepto. El apego a la tradición en el caso de  cosas fundamentales que han influido en forma concluyente sobre la Iglesia en el  curso de los tiempos, ciertamente pertenece a este status fijo,  inmutable, del que el Papa no tiene derecho a disponer. 
El significado de la  liturgia para el íntegro concepto de la Iglesia y su desarrollo, que fue también  enfatizado por el Concilio Vaticano II como inmutable en su naturaleza, nos  lleva a creer que de hecho debería pertenecer al status ecclesiae. 
OTRAS  CRÍTICAS. 
Debe decirse de todos  modos que estos excesos lamentables, que sobre todo son consecuencia de las  discrepancias entre la Constitución Conciliar y el Novus Ordo, no ocurren  cuando la nueva liturgia es celebrada reverentemente, como es el caso siempre,  por ejemplo, que el Santo Padre ofrece la Misa. Igualmente no puede escapar a  los expertos en la antigua liturgia, qué gran diferencia existe entre el corpus traditionem que estaba vivo en la vieja Misa, y el Novus  Ordo inventado, en decidida desventaja para el segundo. Pastores, académicos  y fieles laicos lo han notado, por supuesto; y la multitud de voces opositoras  aumentó con el tiempo. Por esto el propio Papa reinante, en su Carta Apostólica Domiicae Cenae del 24 de febrero de 1980, con respecto al misterio y al  culto eucarístico, señaló que las cuestiones concernientes a la liturgia, sobre  todo a la Eucaristía, jamás debían ser ocasión para dividir a los católicos y  amenazar la unidad de la Iglesia; se trata ciertamente, dijo, ¨del sacramento  de la piedad, el símbolo de la unidad, y el vínculo de la  caridad¨. 
En su carta apostólica  con motivo del vigésimo quinto aniversario de la aprobación de la Constitución  para la Sagrada Liturgia el 4 de diciembre de 1963, que fue publicada el 4 de  diciembre de 1988, luego de elogiar la renovación en la línea de la tradición,  el Papa trata sobre la aplicación concreta de la reforma: señala las  dificultades y los resultados positivos, pero también detalla las aplicaciones  incorrectas. 
También dice  expresamente que es el deber de la Congregación para el Culto Divino proteger  los grandes principios de la liturgia católica, como se manifestaron y  desarrollaron en la Constitución para la Liturgia, y tener presentes las  responsabilidades de las conferencias episcopales y de los  obispos.
El Cardenal Ratzinger,  protector de la Fe (y del culto conexo a ésta) más cercano al Papa, ha hecho  repetidos comentarios sobre la reforma litúrgica post-conciliar y ha sometido  sus problemas teológicos y pastorales a una crítica constructiva, con singular  profundidad y claridad. Les recuerdo solamente el libro ¨La Fiesta de la Fe¨  (1981), el prólogo a la traducción francesa del breve y básico libro de Klaus  Gamber, y finalmente las referencias en sus libros recientes, ¨Sal de la Tierra¨  y su autobiografía ¨Mi vida¨, ambos publicados en 1997.
Entre los obispos de  habla alemana, el responsable de la liturgia en la conferencia episcopal  austriaca señaló en 1995 que el Concilio no había intentado una revolución sino  una reforma de la liturgia que fuera fiel a la tradición. En cambio, dijo, un  culto de espontaneidad e improvisación carga con parte de la culpa de la  tendencia declinante del número de asistentes a Misa.
Por último, el Primado  de Bélgica, Cardenal Daneels, que ciertamente no puede ser tomado por  retrógrado, ha sometido toda la reforma a una crítica devastadora: ha habido un  giro de 180 grados, dice, en la transición de una obediencia a las rúbricas, a  su libre manipulación, con lo cual uno mismo hace uso de la liturgia con el fin  de transformar el servicio y el culto a Dios en una asamblea creativa del  pueblo, un verdadero ¨happening ¨, un  discurso en que el individuo quiere representar un rol en lugar del Hijo de  Dios, Jesucristo, en cuya casa es un invitado. El deseo del hombre por  comprender el servicio, dice Daneels, no debería conducir a una creatividad  humana subjetiva, sino a una penetración en los misterios de Dios. Uno no  tendría que explicar la liturgia, sino vivirla como una ventana a lo  invisible.
Me gustaría agregar  brevemente como referencia indicado como crítico por el Arzobispo Bugnini: 
Cuando descendemos a  rangos más bajos en la escala de los hijos de Dios, encontramos aún entre los  miembros del Concilium un colega el P. Louis Bouyer, quien no ha  permanecido en silencio desde entonces.  
Max  Thurian: la celebración contemporánea frecuentemente toma la forma de un diálogo  en el cual no hay lugar para la oración, la contemplación y el  silencio.  
En Italia, la crítica  contundente ¨The Torn Tunic¨ (1967) por el escritor laico de bajo perfil Tito  Casini, con un prólogo del Cardenal Bacci, hizo sensación. Lentamente más y más  grupos de laicos, a los que pertenecían muchos intelectuales de alto nivel, se  organizaron en movimientos nacionales, sobre todo en Europa y América del Norte,  y se conectaron en Europa y más allá en la organización internacional Una Voce;  los problemas de la reforma fueron también discutidos en periódicos, entre los  que sobresale el alemán Una Voce Korrespondenz. En un resumen  característico, el canadiense Precious Blood Banner de octubre de 1995  dice que cada vez se ve con más claridad que lo radical de los reformadores  post-conciliares no consistió en renovar la liturgia católica desde sus raíces,  sino en arrancarla de su terreno tradicional. No reelaboró el rito romano, como  se le pidió que hiciera en la Constitución para la Liturgia del Vaticano II,  sino que lo desarraigó.  
Poco antes de su muerte, el bien conocido prior de  Taizé, Max Thurian, un converso al catolicismo que fue antes calvinista, expuso  su visión de la reforma en un largo artículo titulado "La liturgia como  contemplación del Misterio" en "L´Osservatore Romano" (27-28 de mayo de 1996,  pág. 9). Luego de una comprensible expresión de elogio al Concilio y a la  Comisión de Liturgia, que se suponía que producirían los frutos más admirables,  dice expresamente que la celebración contemporánea frecuentemente toma la forma  de un diálogo en el cual no hay lugar para la oración, la contemplación y el  silencio. El constante contrapunto entre los celebrantes y los fieles aísla a la  comunidad en sí misma. Una celebración saludable, por otra parte, que otorga al  altar una posición privilegiada, conduce el deber del celebrante, esto es,  orientar a todos hacia el Señor y a adorar Su presencia, lo cual está  representado en los símbolos y realizado en el Sacramento. Esto transmite a la  liturgia ese soplo contemplativo sin el cual se transforma en una torpe  discusión religiosa, una vacía actividad comunal y una especie de  parloteo.
Thurian hace una  cantidad de propuestas personales a la autoridad para el caso de una revisión de  los Principios y Normas para el uso del Missale Romanum¨ (se ve que él  alimentaba la esperanza de que eso fuera posible), que demuestran claramente su  insatisfacción con los principios actuales. Bajo el título de ¨El sacerdote en  el Servicio de la Liturgia¨, hace una serie de críticas distinguidas de la  presente situación, que comparten prácticamente todos los severos reproches de  esta reseña y que merecen un examen individual...
Durante su visita a  fines del Concilio, representantes del Patriarcado de Constantinopla dijeron en  conversaciones personales que no entendían porqué la Iglesia Romana insistía en  cambiar la liturgia; no se debería hacer semejante cosa. La Iglesia Oriental,  dijeron, debió el mantenimiento de su fe a su fidelidad a la tradición litúrgica  y al sano desarrollo de ésta. También oí cosas similares de miembros del  Patriarcado de Moscú, que atendieron a la comisión Vaticana de Historia durante  el Congreso Histórico Internacional de Moscú en 1970.
Dos significativos  informes más, del mundo de la gente común y menos educada, que expresan de la  mejor manera el genuino sensus fidei de los hijos de Dios: dos jóvenes boy scouts de diez y doce años de la zona de Siena, que asisten a la  llamada Misa Tridentina los sábados, basándose en el privilegio otorgado por el  obispo de Siena, a mi pregunta intencionada de cuál misa les gustaba más,  contestaron que desde que asistían a la antigua ya no disfrutaban de la  nueva.
Un granjero, anciano y  sencillo, que proviene de la zona pobre de Molise, me dijo espontáneamente que  él solamente va a la misa tridentina de las seis de la mañana porque considera  que el cambio en la liturgia es un cambio de la Fe que él quiere  mantener.
Mons. Klaus Gamber, un  sobresaliente experto que ya he mencionado, ha publicado informes estrictamente  académicos, sobre todo su resumen "La Reforma de la Liturgia Romana", que  fueron más o menos silenciados por la literatura oficial especializada, pero  están siendo redescubiertos ahora por su penetrante claridad y visión interior.  Llegó a la conclusión de que hoy estamos ante las ruinas de una tradición de  2000 años, y que se teme que como resultado de las incontables reformas la  tradición esté sometida a una confusión tan vandálica que puede ser difícil  revivirla. Uno casi no se atreve a preguntar si luego de este desmantelamiento  podrá venir una reconstrucción del viejo orden.
ESPERANZAS. 
Aún así, no se debe  perder la esperanza. En cuanto al desmantelamiento, vemos cómo se refleja con  respecto a las órdenes dadas por el Concilio. Éstas dicen: no puede introducirse  ninguna innovación a menos que lo demande el real y cierto beneficio de la  Iglesia, y eso luego de precisa investigación teológica, histórica y pastoral.  Sobre todo, cualquier cambio debe ser hecho de tal manera que las nuevas formas  surjan orgánicamente de las ya existentes. Si esto sucedió o no, mis recuerdos  pueden dar solamente un panorama limitado. Deberían mostrar, de todos modos, si  los requerimientos teológicos y eclesiológicos esenciales se cumplieron en la  reforma, por ejemplo, si la liturgia, y sobre todo su corazón, la Santa Misa,  ordena lo humano a lo divino y subordinando lo primero a lo último, hace lo  mismo con lo visible respecto a lo invisible, lo activo a lo contemplativo, el  presente a la eternidad por venir; o si la reforma, por el contrario, ha  frecuentemente subordinado lo divino a lo humano, el misterio invisible a lo que  es visible, lo contemplativo a la participación activa, la eternidad por venir  al mundano presente humano. Pero precisamente el siempre claro reconocimiento de  la situación real refuerza la esperanza de una posible reconstrucción, la que el  Cardenal Ratzinger ve en un nuevo movimiento litúrgico que resucite la verdadera  herencia del concilio Vaticano a un nueva vida ("La mia Vita", 1997, pág.  113). 
UNA PERSEPECTIVA  RECONFORTANTE. 
Termino con una  perspectiva reconfortante: el Santo Padre reinante, Juan Pablo II, con la  sensibilidad pastoral que lo distingue, manifestó su preocupación en un llamado  de 1980 sobre los problemas que el cambio de liturgia creaban en la Iglesia  Católica, pero no recibió respuesta de los obispos. Fue por eso que decidió, y  ciertamente no a la ligera, emitir en 1984 un indulto apostólico para todos los  que se sintieran apegados a la vieja liturgia, por las razones que he enfatizado  y, sobre todo, porque las innovaciones litúrgicas, lejos de decrecer, continúan  su escalada. Tuvo un éxito pastoral muy limitado porque fue enviado lógicamente  a los obispos, en condiciones restringidas y librado a sus  criterios.
Luego de la  consagración no autorizada de obispos por el Arzobispo Lefebvre, ciertamente con  la intención de evitar la extensión de un cisma, emitió el 2 de julio de l988 un  nuevo motu proprio, Ecclesia Dei adflicta, en el que no solamente  aseguraba a los miembros de la Sociedad San Pío X deseosos de reconciliarse en  la Fraternidad de San Pedro la posibilidad de permanecer fieles a la antigua  tradición litúrgica, sino que además dio a los obispos un privilegio muy  generoso, que debía colmar los legítimos deseos de los fieles. Recomendó  especialmente a los obispos que imitaran su generosidad hacia los fieles que se  sienten apegados a las formas fijas de la liturgia y disciplina antiguas, y  estableció que se debe respetar a todos aquellos que se sientan apegados a la  antigua tradición litúrgica. 
El texto –comprendido  esta vez muy generosamente por los obispos– nos da confianza justificada de que  el Papa, en sus esfuerzos por restablecer la unidad y la paz, no solamente no  retardará, sino más bien continuará por la senda que nos muestra en los números  5 y 6 del motu proprio, con el fin de promover la legítima reconciliación  entre la tradición indispensable y el desarrollo debido a los tiempos. 
Fuente:
ROMA ÆTERNA "UNA  VOCE"
Sede: Calle Laforja 21, 08006 Barcelona (España)
Apartado 5.203, 08080 Barcelona
romaeterna@terra.es
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(Continúa en LA INFILTRACIÓN, Parte 11:  4A. La infernal planeación del Concilio Ecuménico Vaticano II denunciado en los  Mensajes de la Virgen Madre y Reina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y  Romana, “Nuestra Señora de las Rosas”). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
