HABEMUS PAPAM
Por:
Dr. José Guadalupe Estrada Rodríguez.
Aconteció,
sucedió y se hizo la venida de Cristo a la tierra, Habemus Papam y el mundo
católico, que no cristiano, por supuesto, pues lejísimos, muy lejos, los
católicos de ahora están en armonía con las enseñanzas y la filosofía de ese
Jesús Histórico al que todos admiramos, sea o no hijo de Dios, él, sólo él, y
nada más que él lo sabrá, Habemus Papam, decíamos, y el mundo católico estalló
en un incomprensible y ridículo júbilo, pues todavía no llego a entender el
significado preciso y último el de que un ser común y corriente, más corriente
que común, seguramente, tome las riendas de una institución que ha demostrado
su putrefacción milenaria, sus abusos poderiles, si se me permite esta mal
usada palabreja, pero que para los efectos de ésta es muy útil e ilustrativa, y
su intimidad siempre con las causas más funestas y nefastas a lo largo de toda
la historia, y allí están los libros y las investigaciones en esta rama, la
histórica, que nos dan cuenta de esta mencionada pertenencia al más inmundo
chiquero en donde se desarrollan y tienen lugar los acontecimientos papales y
no papales, pero todos ellos pertenecientes a esta repulsiva institución que se
ha arrogado la exclusividad de la representación de Dios en esta tierra, y
vaya, vuelvo a puntualizar, no me explico la alharaca de guacamayas tropicales
que se suscitó con motivo de esta asunción terrenal, pues, preocupado debería
estar el Ungido, el ahora llamado Preciso, en comenzar a ver los problemas que
no pudo solucionar su sucesor, y que por esos mismos renunció, y nos referimos,
evidentemente, y sin el ánimo de volver a señalar con el dedo flamígero al
catolicismo institucionalizado, a aquéllas circunstancias que determinaron, en
última instancia y que, por tanto, fueron causa de la renuncia del llamado
Benedicto XVI, que hasta nombre horrible tenía, y no como el de ahora,
Francisco, Francisco I, como los medios le han llamado, y pues si es un nombre
hermoso, pues recuerda la pobreza y sencillez de San Francisco de Asís, que
santo o no, tampoco lo sabemos, y jamás lo llegaremos a saber, dio una lección
de humildad a todos los católicos amantes de los dineros y de los poderes
terrenales, François, en Francés, Francis, en maricón (perdóneseme el atrevimiento
y violación a la Jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Mexicana), Pancho, para los revolucionarios de 1910 y Panchito para todos los
sencillos mexicanos, y entonces, volviendo a lo inmediatamente aquí tratado,
decíamos que a este Don Francisco, le va a tener que entrar a poner en orden a
todos ejércitos de Curitas Pederastas, degenerados sexuales de formación
católica, que pululan por todos los rincones estos terrenales cielos, desde las
más apartadas y míseras iglesias, hasta los mismos recintos Papales del
mismísimo Vaticano; poner en orden al lavadero de dinero que se hace y se
vuelve a hacer en el llamado Banco de Dios, el banco más ilícito de la tierra y
del universo entero, pues en nombre del Santísimo se blanquean dineros los
mismo de los Narcos, de Secuestradores, de Tratantes de Blancas, etcétera y más
etcéteras, pues lo único que interesa es
la ganancia y no de dónde viene; poner en orden a todo ese ejército de
Cardenales, Arzobispos, Obispos, que nomás andan metiendo sus narices en todos
los mitotes posibles y probables de todos los lugares, países y regiones a
donde los mandan, nomás cuando la jugada les conviene, y, pues en fin, para qué
decir más, enfrentarse al interior con los dueños reales del poder y del dinero
que mueven a la Santísima Sede, labor nada envidiable por nadie, y como dicen
en estas tierras, este Papa se sacó la rifa del tigre, o bien, también le queda
como opción alinearse a los mandatos de quienes realmente mandan, y que no nos
venga con la cantaleta que pronunció apenas ayer o antier, que quiere una
Iglesia Pobre y para los Pobres, o bien es ingenuo o tarugo o mentiroso,
válgame Dios, y entonces, digo, sólo entonces, cuando ponga todo este orden que
le reclama la verdadera moral cristiana, entonces, diremos todos que sí, ahora
sí, Habemus Papam.
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