DESCUBRIENDO AL VERDADERO "FRANCISCO", MANIPULADOR, AL ESTILO DE LOS DICTADORES Y CARNICERO CONTRA QUIENES SE OPONEN A SUS MENTIRAS, SACRILEGIOS Y BLASFEMIAS.
Primera Parte
Primera Parte
El "lobo" ha hecho del Vaticano su cueva.
Atribuirle a Jorge Mario Bergoglio, alias "Francisco" una influencia decisiva en los nombramientos episcopales desde 1998 en Argentina, tal vez sería desconocer el mecanismo por medio del cual se operan estas decisiones: fundamentalmente, la larga selección y las consultas discretas que, naturalmente, toman su tiempo. Sin embargo, no tardó mucho en ir ejerciendo una influencia creciente en la materia, cuyo objetivo, se puede comprobar a la distancia, era formar una curia arzobispal a la medida de sus ambiciones.
Un análisis de la situación eclesiástica argentina debe comenzar por la conformación de la Conferencia Episcopal (CEA), sus diferentes líneas, sus protagonistas y esencialmente los fautores de la arquitectura actual del organismo.
Un análisis de la situación eclesiástica argentina debe comenzar por la conformación de la Conferencia Episcopal (CEA), sus diferentes líneas, sus protagonistas y esencialmente los fautores de la arquitectura actual del organismo.
Como punto de partida temporal de nuestro análisis, se impone la asunción a la Sede Primada del actual titular, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, en adelante JB. Esto ocurrió el mes de febrero de 1998.
Piadosamente tímido y callado, austero y sin pompa ni boato, JB era el elegido de sus dos patrones: los cardenales Quarracino, a la sazón Primado de la Argentina y titular de Buenos Aires, cuyos devaneos ideológicos por izquierda y derecha son conocidos. Y el entonces retirado e influyente cardenal Primatesta, (apodado en los tiempos de Paulo VI como “Rojatesta”). Ambos lo pusieron en la carrera del trono archiepiscopal señalándolo para el cargo de “coadjutor con derecho de sucesión” en la sede capitalina.
Así pues, se ocupó de “crear vacantes” en la Sede Arzobispal por medio del clásico expediente: “promoveatur ut removeatur”. Las víctimas beneficiadas por esta política fueron Mons. Mollaghan, Mons. Rossi y Mons. Rodríguez Melgarejo, quienes aterrizaron en las diócesis de San Miguel, Concepción (Tucumán) y San Martín, respectivamente.
Por otra parte, Mons. Aguer llegó a Auxiliar con derecho de suceción de la Arquidiócesis de La Plata y el Vicario Zonal Mario José Serra (“Serrita”), que junto con Aguer cultivaban una línea más conservadora, en atención a su avanzada edad, se mantuvo en su cargo hasta la edad jubilatoria, a principios de 2002. La paciencia es esencial en los formadores de poder, y JB sabe esperar a sus adversarios.
Otro personaje, esta vez “nebuloso” que fue promovido –otrora poderoso secretario del Card. Quarracino- fue Mons. Toledo, que se vio envuelto en un affaire financiero de proporciones.
Así, pues, desde 1999 ya se puede rastrear la influencia de JB en los nombramientos de obispos auxiliares para la Arquidiócesis. El primer beneficiario fue el viejo párroco de la Inmaculada, en el barrio de Belgrano, Horacio Benítez Astoul, un progresista sin reserva. Esto, naturalmente, disparó los comentarios intra y extra muros. Se buscaba dar la impresión de que el candidato surgía de un clamor del clero diocesano, un acto de justicia. La realidad es que la línea de pensamiento de los auxiliares (salvo poquísimas excepciones) fue siempre la misma. El más rancio progresismo. El nombramiento de Mons. Gentico a continuación, hoy fallecido, confirmó esta sospecha. Todos los candidatos eran de hijos del tercermundismo.
Para sumar datos a lo ya dicho baste agregar que entre 2000 y 2001 obtuvieron su nombramiento personas insospechables de conservadurismo: En 2000, Mons. Lozano, quien luego adquiriera una mediática notoriedad por su “capellanía” del “santuario zapatillesco” de los muertos de Cromañón, luego obispo de Gualeguaychú, donde se unió a los piquetes ambientalistas contra las pasteras uruguayas y a la secretaría de Medio Ambiente de la Nación. El aprovechamiento político que hizo JB de la tragedia que costó casi 200 muertos y que causó la caída del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es un caso de estudio para academia. Nos referiremos a él en la tercera parte de esta serie.
Otro nombramiento de esta época es el de Joaquín Sucunza, anterior párroco de Santa Rosa de Lima, actual Pro Vicario de la Curia que parece haber quedado auxiliar in aeternum. De él podemos decir que operó decididamente contra la misa tradicional en Buenos Aires. No contra las “versiones oficiales”, tan desconcertantes en horarios, rito y frecuencia, sino contra el crecimiento de las que espontáneamente se fueron dando por pedido de los fieles. Siempre con la táctica de la dilación y la consulta...
En 2001 algunos observadores de línea más tradicional creyeron ver en el nombramiento de Mons. Poli un cambio hacia las líneas moderadas. A poco andar, los hechos demostraron lo contrario. Hoy obispo de La Pampa, donde sucedió a un conservador, Mons. Rinaldo Bredice (esmerilado por varias operaciones clérigo-mediáticas al final de su mandato) desde sus primeras decisiones ha demostrado su voluntad de cambiar completamente la línea de su predecesor, alineándose con la sede primada, sus deseos y proyectos.
LAS TRUCULENCIAS DE JORGE MARIO BERGOGLIO DESDE ARGENTINA.
Así, la Arquidiócesis de Buenos Aires se ha convertido en un semillero de obispos fieles a JB que llegan a sus sedes según el siguiente procedimiento: nombramiento como obispo auxiliar (a sola propuesta de JB, con la facilitación de los trámites burocráticos y la superación de posibles escollos romanos), pronta promoción como residencial del candidato, nueva vacante y nuevo proceso.
Sin embargo, pensar que la influencia de JB en el nombramiento de obispos queda acotada a los límites de su Arquidiócesis sería desconocer la mecánica de las designaciones y la compleja trama de amistades más o menos condicionales (más o menos aliadas) que JB ha sabido ganarse en Roma. Aún proveniente de esta parte del mundo no particularmente prestigiada, un cardenal elector siempre es bien valorado en la Santa Sede. Y las pruebas de su efectiva influencia surgen de las estadísticas oficiales y públicas, no ya de especulaciones que sería lícito hacer teniendo en cuenta la importancia del poder visible por sobre la superficie: entre los años 1999 y 2009 se nombraron en la Argentina 48 obispos. La mayoría de ellos se encuentran alineados condicional o incondicionalmente con JB. Esto sin considerar las promociones de las segundas líneas, futuros obispos residenciales muchos de ellos.
La destrucción del Club de San Isidro
La Diócesis de San Isidro fue el centro de reunión de un grupo de obispos progresistas que prosperaron particularmente bajo la nunciatura apostólica en la Argentina del fallecido Pío Laghi. (1974-1980). Inclinados a una teología progresista, simpatizantes de las corrientes políticas de centroizquierda, aunque profundamente clasistas por su origen social, obispos como Cassaretto, Laguna, Bianchi di Carcano, Mejía, Franzini, Bargalló, Martínez, Santiago y Olivera fueron seducidos por la prédica concililar que hoy identificaríamos como “hermenéutica de la ruptura” del primer obispo diocesano y destructor material de la catedral sanisidrense, Mons. “Satán” Aguirre.
Durante el apogeo del Club de San Isidro, sus adeptos llegaron a soñar con la Arquidiócesis de Buenos Aires, y para ello promovieron un golpe de palacio que llevara a JB al exilio en alguna oficina vaticana, con más oropel que poderes. Alcides Jorge Pedro Cassaretto, verdadero numen y referente del grupo era el candidato a la Sede Primada. Pero no contaron en sus cálculos dos hechos:
Mons. Ubaldo Calabresi, nuncio apostólico sucesor de Pío Laghi, hombre político, amigo del poder y sin ideologías, culminó su mandato y fue reemplazado por Mons. Santos Abril y Castelló (2000-2003) quien tras haber llegado a estas costas a instancias del Card. Jorge Mejía, se aisló completamente de la CEA y reflejó en sus actos el deseo de pasar lo más rápido que fuera posible a otro destino.
El triunfo de la “Alianza”, frente político de escasa homogeneidad, llegó a la presidencia de la Nación bajo la figura de Fernando de la Rúa. Y las principales referentes de esta componenda estaban estrechamente vinculados al Club de San Isidro. El estrepitoso derrumbe del gobierno de de la Rúa arrastró consigo los esfuerzos de la “Mesa del Diálogo Argentino”, instancia clérigo laical promovida por el Club de San Isidro para apoyar al gobierno y eventualmente posicionarse para el post gobierno aliancista.
El fracaso de Club fue el triunfo del JB. El tiempo hizo lo demás. Se llevó al retiro a personajes detestados por la feligresía, como el emérito de Morón, Justo Laguna, cuya figura fue objeto de imitaciones caricaturescas en los medios televisivos y radiales que lograron el aplauso popular. Bianchi di Carcano se extinguió en una diócesis provinciana, en medio de la amargura y el resentimiento. Cassaretto conservó Cáritas y los recursos sociales de la Iglesia, ahora en manos de su discípulo Bargalló, obispo de Merlo-Moreno, sin que diversos escándalos financieros hayan hecho mella en su poder coercitivo, pero privándolo de mayor vuelo.
Y como la venganza es un plato que se come frío, la abominación de la desolación ha caído sobre San Isidro, produciendo un coro de rasgados de camisas “clergi” de la casa Gamarelli. JB ha logrado poner un coadjutor con derecho a sucesión en San Isidro, naturalmente un hombre de su generoso riñón, quebrando así el espinazo de la asociación fundada por Satán Aguirre, el famoso “Club”, que lograba obtener nombramientos episcopales mientras jugaban al tenis con el nuncio Pío Laghi, y probablemente lo dejaban ganar...
Pero si el Club de San Isidro pretendió correr a JB por izquierda, un puñado mínimo de obispos que reconocieron el liderazgo del Arzobispo platense Héctor Aguer intentó acuciarlo por derecha. Los resultados fueron igualmente magros. Aguer logró el nombramiento de su auxiliar (sin derecho de sucesión) Mons. Marino (2003) y ha pretendido trasladarlo sin éxito a distintos destinos desde entonces. El más notorio fracaso fue el de San Miguel, que finalmente quedó en manos de un hombre del riñón de JB, Mons. Fenoy, quien cedió su cargo de Secretario General de la CEA (¿a cambio?) en favor de otro hijo dilecto de JB. Mons. Enrique Eguía Seguí, un hombre de apellido adecuado para San Isidro.
Se dice, y el tiempo lo confirmará, que Mons. Aguer, al ver la imposibilidad de derrotar a JB en su terreno ha decidido pactar las paces, cesar rivalidades y despejarse mutuamente el camino. JB destrabaría el ansiado cardenalato de Aguer, y éste dejaría de hostigar sus maniobras. Toda boda tiene un pato, y en este caso sería Mons. Marino y varios más...
Las nunciaturas y su papel en la historia reciente.
Desde que JB está al frente de la Iglesia argentina se han sucedido tres nuncios apostólicos de dispar valor personal y profesional. Calabresi, que luego de 20 años se retiró. Abril y Castelló, que pasó con pena y sin gloria, retirándose abochornado. Y actualmente, Mons. Adriano Bernardini quien a su llegada al país venía rodeado de un aura de esperanza.
Cierta mitología clerical le asignaba los poderes plenipotenciarios del entonces Secretario de Estado Vaticano, el Card. Sodano, hombre poderosísimo bajo el reinado de Juan Pablo II y aún después. Se decía que desde la Santa Sede se había decidido volcar el peso de la balanza hacia una línea de obispos más conservadora. Hasta es posible que Mons. Aguer haya hecho un gran sacrificio personal para sustentar la consolidación de esta tendencia, que sin duda existió, porque los nombramientos de Oscar Sarlinga (2003) sucediendo al patético Mons. Rey en Zárate-Campana y de Eduardo Taussig (2004) en San Rafael tras la fuga del increíble Mons. Garlatti, actual Arzobispo de Bahía Blanca, ponían en perspectiva una tendencia auspiciosa.
Pero, después de una movida que apoyó generosamente la prensa escrita, y que incluyó viajes a Roma y protestas con sordina, Mons. Bernardini hoy en día se limita a una función protocolar, y no osa interponer su influencia en nada que se oponga a los designios de JB.
Finalmente, los obispos orientales se encuentran alineados con JB, que es su Ordinario, es decir, su superior inmediato, aunque ellos tengan jurisdicción en todo el país. Píensese que de aquí solamente JB tiene la seguridad de cuatro votos cautivos.
Cómputo final
Una rápida mirada a las comisiones de la CEA nos pone al tanto de las verdaderas líneas internas que influyen con mayor o menor poder. Esquemáticamente se individualizan las de Buenos Aires- JB y sus diversos satélites, a la que se sumaría ahora La Plata si es que conjeturamos bien.
San Isidro, que mantiene su coto financiero por ahora, al menos hasta la caída de Cassaretto, pero no puede hacer nada más.
Y la línea Córdoba, donde el progresismo ha reunido la crema de los tránsfugas, bajo la protección de Mons. Ñañez, cuyas andanzas hemos reseñado largamente en Panorama Católico. En la última reunión del clero cordobés, Mons. Ñañez se deleitó con los devaneos psuedoteológicos del “cerebro” sanisidrense en la materia, el P. Marcelo González, cuyos ripios doctrinales forman ya antologías.
Finalmente, y para cerrar la variopinta estrategia de JB, están los obispos del Opus Dei, que al solo nombre de la Prelatura invitan a pensar en conservadurismo y lucen muy bien a la hora de mostrar pluralidad de pensamiento (como si esto fuese posible en materia de doctrina). Sin embargo, Mons. Juan Alfonso Delgado, de quien nos ocupamos ya en la primera parte de esta serie, promovido en el año 2000, ha sido un fiel instrumento de JB. No solo ha defendido los horrores del nuevo misal argentino (recordemos que la investidura del Opus Dei es una carta de presentación convincente allí donde se simpatiza con lo más conservador) sino que es actualmente activo promotor de la nueva ley de “libertad religiosa”, que dejaría a la Iglesia sujeta al arbitrio de una comisión interreligiosa, quitándole ese status de religión protegida por el Estado. Lo más llamativo es que quienes promueven estas cosas son los propios católicos, con sus organizaciones como el Consejo Argentino para la Libertad Religiosa, con el silencio o el apoyo expreso de muchísimos obispos.
El Club de San Isidro conserva el poder en la Comisión de Ministerios y Pastoral Social. La Plata y su línea “conservadora diluida” tiene la Comisión de Educación y JB maneja por completo la Comisión de la Universidad Católica Argentina y su multimillonario presupuesto (un poco menguado por la gestión de Mons. Zecca, hoy depuesto, pero a la espera de algún premio). Huelga decir que el Secretariado General cuenta con toda gente propia, desde Eghía Seguí hasta el P. Zanchetta.
Mons. Radrizzani, que llegó a la poderosa sede de Mercedes-Luján bajo el auspicio de JB, al negociar por las suyas con el gobierno nacional bajó de vicerpresidente de la CEA a apenas presidente de la Comisión de Comunicación Social. Evidentemente, no conviene enfrentarse con JB. Lección que ya tiene aprendida Mons. Aguer, a quien ahora el Gobierno Nacional busca para favorecer en contra del primado, haciendo gestiones por medio del ex intendente de La Plata, el “Turco” Alak.